CRÓNICA
VILLAJOYOSA
Parricidio

La vida perra de Toñi Rabadán

Actualizado

Toñi Rabadán es joven, atractiva y muy desgraciada. Pocas personas soportan sobre sus hombros el peso de tantas tragedias como ella. El jueves enterraba a los dos pequeños de sus tres hijos -a Carlos, de 6 años, y a Cristina, de 14-, ambos presuntamente asesinados por su marido: Carlos Soler, de quien Toñi se estaba separando, y quien también se habría cobrado la vida de su madre y la suya propia. Cuatro muertos en total. La magnitud del suceso ha conmocionado a quienes lo han conocido a través de los medios de comunicación, pero aún más a quienes saben de los pesares anteriores que arrastra Toñi.

Hace 10 años, cuando sólo tenía sólo tenía 26, enviudó de su primer marido. Éste, cuenta un allegado a la familia, falleció intentando salvar a una persona a la que el mar se tragaba, cree recordar que en la playa murciana de Mazarrón. No han sabido los vecinos de Toñi poner fecha a otro adiós muy llorado para ella, el de su hermano, quien perdió la vida electrocutado en la obra en la que trabajaba, cuando el martillo eléctrico que manejaba fue a dar con un cable de alta tensión. Y también sufrió mucho la joven murciana en el entierro de su cuñado.

Decía una de las amigas de Toñi en Facebook: "No se pueden tener tantas desgracias...". Pero sí se podía, y volvió a ocurrir el pasado martes. La primera noticia que difundieron los medios de comunicación hablaba de cuatro fallecidos en una vivienda de la localidad alicantina de Villajoyosa, a donde su marido, Carlos, de quien estaba a punto de firmar el divorcio, se había trasladado tras la ruptura. La pareja había compartido casa en Guadalupe, pedanía de Murcia, donde la información corrió rápido como la pólvora. Lo que comenzó siendo un incendio accidental provocado por la explosión de una bombona de butano terminó convertido un triple crimen que le costó la vida a cuatro personas: Carlos de 38 años, su madre de 66, una hijastra de 14 años fruto de un matrimonio anterior de Toñi y el hijo en común de ambos, Carlos, de seis años.

A las 10:25 de la mañana el 112 recibía aviso de que las llamas devoraban una casa de la partida rural de L'Altmisserà, un lugar perdido entre la carretera de Villajoyosa a Finestrat y de espaldas al área de servicio de la autopista AP-7 al que se accede por caminos sin asfaltar y donde no hay muchos vecinos a los que preguntar. Sólo desde un área de descanso cercano o desde las parcelas donde se construye un campo de golf pudieron oír la explosión y percatarse del incendio.

Las dotaciones de bomberos, Policía Local y Guardia Civil que se desplazaron hasta el lugar culparon en principio a una bombona de butano de los daños materiales. Eso se pensaba, que sólo había que lamentar el enorme destrozo de la vivienda.

Pronto se agravaría el suceso al descubrirse víctimas mortales. Primero dos, después tres, de las que una era un menor de edad, y por finalmente se confirmaron cuatro cadáveres. El alcalde de Villajoyosa y el concejal de Seguridad, desplazados hasta la finca, mostraban públicamente su consternación por lo que parecía un lamentable accidente.

Hasta que trascendió que Carlos, el marido de Toñi, había padecido depresiones, que había intentado suicidarse incluso, que no encontraba trabajo de lo suyo, como vigilante de seguridad, que llevaba meses en paro, que acababa de romper con su mujer... En fin, que no atravesaba su mejor momento.

En paro y a punto de firmar el divorcio, Carlos sufría depresiones y se había intentado suicidar

El silencio institucional, conforme iban pasando las horas, dio lugar a que los rumores comenzaran a circular: "Ha sido provocado, mal asunto", decían algunos de los mensajes que intercambiaban los vecinos de Villajoyosa. A última hora se confirmaron los peores presagios: los cuatro cadáveres presentaban síntomas de violencia, lesiones provocadas por arma blanca e incompatibles con la explosión de una bombona. No había sido un accidente fortuito sino un asesinato múltiple.

Según revelarían las autopsias de los cadáveres, Carlos Alberto Soler habría usado un cuchillo y un hacha para matar primero a su propia madre, después a su hijo Carlos y finalmente a la hija de Toñi y hermana del pequeño, Cristina. Después se habría autolesionado y habría rociado la casa con gasolina, y prendido un fuego que provocó el estallido de las bombonas de butano que había en su interior. Carlos presentaba cortes en el brazo y en el cuello. Esta última herida es la que le provocó la muerte. Su madre presentaba un fuerte golpe en la cabeza y heridas de arma blanca, algunas en el abdomen. Y los dos menores tenían lesiones, también provocadas por arma blanca, en la espalda.

Carlos había cerrado la vivienda a cal y canto para evitar que las víctimas salieran, por lo que los bomberos tuvieron que forzar la puerta. Antes, aún con la teoría del incendio viva, unos operarios de una obra cercana ya habían intentado derribarla por sus medios pero no pudieron. El fuego era muy virulento.

La indagaciones de la Guardia Civil sobre la salud mental de Carlos dieron como resultado que sufría fuertes depresiones y que, según fuentes cercanas al caso, ya había intentado suicidarse en alguna ocasión anterior. Basta con leer su perfil de Facebook para comprobar sus continuos cambio de humor. "Estoy feliz de haber nacido, si no tendrían que inventarme jejeje", se lee en su muro, justo unas líneas por encima de la que Carlos Soler señaló como su cita favorita: "Prefiero morir de pie que vivir siempre arrodillado".

No constaban denuncias previas por malos tratos ni indicios de violencia de género. Carlos había trabajado como vigilante jurado y como conductor-repartidor, pero en la actualidad figuraba en la lista de desempleados. "Que mundo este en el que nos ha tocado vivir, lo fácil lo complicamos, pues lo difícil ya ni te cuento", escribió sobre la vida.

"Está completamente destrozada", decía una allegado a Crónica, el jueves, cerca de la vivienda donde Toñi se refugiaba, la casa de una de sus hermanas, en Murcia. Su residencia, un piso de protección oficial en un barrio muy humilde de la pedanía de Guadalupe, permanecía cerrada. Los pocos vecinos que hablan allí del caso refieren que Carlos y Toñi estaban en pleno proceso de separación, que ya no vivían juntos y que iban a firmar el divorcio esa misma semana.

Habían acordado un régimen de custodia compartida para el hijo que tenían en común, el pequeño Carlos, y en esas fechas le tocaba tenerlo al padre. El pequeño no quería irse con él a Villajoyosa y su hermana mayor, Cristina, se ofreció a acompañarlo para que no estuviera solo. Los dos hermanos estaban muy unidos. "Es el que me hace sonreír todos los días", decía la adolescente del benjamín en una red social, en la que aparecen disfrazados de gatitos y muy sonrientes.

Al hermano menor le apasionaba el fútbol y desde hacía dos años lo practicaba en las filas del UCAM Guadalupe, en la categoría de pre benjamín. "La hermana no jugaba pero siempre lo acompañaba y participaba en los entrenamientos", relatan a Crónica en el club. Martes y jueves durante una hora y media todas las semanas. Los dos solían ir solos "porque es un sitio pequeño y está cerca" o bien acompañados de alguna tía. A veces iba la madre, Toñi, empleada del servicio doméstico, aunque no siempre podía. "Es una mujer que trabajaba mucho", aclaran. El padre también había acompañado alguna vez a su hijo a los entrenamientos. "Desde hace dos meses venía más seguido porque había tenido un accidente y venía con muletas", dicen las mismas fuentes. Hace un mes dejó de acudir al campo.

La fecha coincide con la mudanza que Carlos Soler hizo a Villajoyosa, donde residía su madre, su hermano y parte de la familia. Era original de Valencia pero había estudiado, al igual que su hermano, en el instituto de formación profesional del pueblo. El 28 de marzo anunció que se mudaba a la localidad alicantina. Poco después, el 15 de abril, escribió las en redes sociales que se sentía "sorprendido" por "cómo cambia la vida cuando menos lo esperas". Su estado de ánimo era un sube y baja. Así, el 18 de mayo ya se sentía "motivado" y dispuesto a empezar "una nueva vida". Ese día cesó su actividad en Facebook, donde apenas tenía 14 amigos, la mayoría familiares y su hijo o los hijos de Toñi.

En Guadalupe tenían a Carlos por "uno más del pueblo" aunque no hubiera nacido allí, relata uno de sus vecinos. Su trato era correcto y no se le consideraba conflictivo. Nadie refiere el más mínimo indicio que anticipara la tragedia. "Era una persona muy normal", insiste uno de sus vecinos y había encajado muy bien en su nueva familia, hasta el punto de que sus dos hijastros utilizaban su apellido, Soler, para identificarse en las redes sociales pese a que no era el que figuraba en sus DNI, puesto que no era su padre. En los buzones de la casa familiar, un cuarto sin ascensor, sí figuran con el apellido del primer marido de Toñi, el que murió ahogado.

El enésimo entierro al que Toñi acudía destrozada, el de sus dos hijos pequeños, se celebró el pasado jueves por la tarde en la más estricta intimidad, tal y como había solicitado la familia. Una de sus mejores amigas resumía su perra existencia en 13 palabras: "Es difícil entender por qué la vida se ensaña tanto con una persona".

Sentencia

Conforme a los criterios deThe Trust Project

Saber más
SeguridadInterior reduce la presencia de la Guardia Civil en los edificios oficiales de la Comunidad de Madrid
Gimnasia artísticaEl gimnasta Néstor Abad sufre una miocarditis: "Si llego a seguir los consejos médicos habría podido morir entrenando"
Mundial de Fútbol 2022Catástrofe en Italia: Eliminada del Mundial por Macedonia en Palermo